Un Negocio en Ciernes: PRODUCIR ACEITE DE OLIVA en el GRAN BUENOS AIRES. Con Igual Calidad que en Europa

Desde la UBA, Universidad de Buenos Aires, obtienen aceites de oliva en el AMBA con igual calidad a los del Mediterráneo
Investigadores de la Facultad de Agronomía estudiaron un monte añejo para determinar que en la Pampa Húmeda también se puede generar productos con parámetros internacionales, como los que se obtienen en Cuyo y en el NOA, así como en los principales países olivícolas del mundo.

por JUAN MANUEL REPETTO

(SLT-FAUBA) Una investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) determinó, por primera vez, la factibilidad de producir olivos en el Área Metropolitana de Buenos Aires con parámetros de calidad aceitera comparables con los de Cuyo y el NOA, incluso con los de la cuenca mediterránea, donde se cultiva desde tiempos remotos. Los resultados de este trabajo aportarían información útil para la exportación de productos elaborados en zonas no tradicionales, como el sur bonaerense.

“Fuera de la región de la cuenca del Mediterráneo, somos el país que produce más olivos en el mundo”, indicó Liliana Windauer, docente de la cátedra de Fruticultura de la FAUBA, pero destacó que existen marcadas diferencias en la producción y en el consumo entre ambas regiones. Por ejemplo, en Grecia se consumen 10 kilos de aceite de oliva por habitante por año, mientras que en la Argentina ese número desciende a sólo entre 100 y 150 gramos.

También nos diferenciamos en cuanto al conocimiento disponible sobre el cultivo, respecto de los países de larga tradición olivícola, donde cuentan con datos de 7000 años. En nuestro país, si bien la historia es mucho más reciente, existe una gran cantidad de literatura científica sobre la producción en Cuyo y en el NOA, pero no sucede lo mismo con la Región Pampeana.

En la Argentina existen unas 100.000 hectáreas implantadas con olivos en las provincias de La Rioja, Catamarca, Mendoza y San Juan. En los últimos años también comenzó a producirse en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde se fabrican productos orgánicos
“En la Argentina producimos en ambientes muy diferentes, en cuanto a sus climas y sus suelos, que pueden modificar el comportamiento de las variedades de olivo para mesa y aceite. Por eso la importancia de generar más conocimiento”, señaló. Los resultados de este estudio también servirían para conocer la calidad de los aceites que se producen en esta zona en relación a las estrictas normas comerciales de la Comunidad Europea.

Al respecto, señaló que el Consejo Oleícola Internacional estableció que el aceite de olivo debe poseer más de 55% de ácido oleico y menos de 1% de ácido linoleico para ser comercializado como tal cuando se orienta a la exportación. “En las zonas de Cuyo y del NOA contamos con mucha información sobre porcentaje y calidad de aceite, en relación a la composición de ácidos grasos. Pero en Buenos Aires tenemos muy poca información”. Esta carencia motivó a Windauer a avanzar en la investigación con las docentes de la FAUBA Deborah Rondanini y Georgina García Inza, de las cátedras de Cerealicultura y de Fruticultura, respectivamente, y junto a la tesista de la carrera de Agronomía Leila Hamze.

Investigación
La investigación se realizó durante el ciclo productivo 2014/2015 sobre un monte añejo de olivos, con 70 años de antigüedad, ubicado en el predio de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, sembrado con las variedades Frantoio, Leccino, Arbequina y Ascolano. Los resultados están publicados en la revista Agronomía & Ambiente.

Para avanzar en los estudios, primero realizaron una poda de rejuvenecimiento para que los árboles tuvieran más vigor, porque estaban muy envejecidos. Luego, las docentes se concentraron en caracterizar el fin de la floración, el cuaje, la dinámica de crecimiento de frutos y la acumulación y calidad de aceite.

“Llegamos a la conclusión de que el aceite que se puede obtener en Buenos Aires es de muy buena calidad, comparable con las de otras regiones del país y con la que se logra entre los productores más importantes del mundo, como Italia, España, Grecia y Túnez”, afirmó Windauer
Uno de los aspectos destacados del estudio fue determinar las temperaturas a las que crece el fruto, debido a que en algunas zonas este factor puede limitar el porcentaje de ácido graso oleico y la cantidad de aceite final. Por ejemplo, Windauer explicó que Arbequina es una variedad aceitera resistente a bajas temperaturas y que si bien Frantoio también es una variedad de aceite de muy buena calidad, es sensible a las bajas temperaturas durante el crecimiento del fruto.

“Llegamos a la conclusión de que el aceite que se puede obtener acá es de muy buena calidad, comparable con las de otras regiones del país y con la que se logra entre los productores más importantes del mundo, como Italia, España, Grecia y Túnez”, afirmó, y añadió que “la cantidad de aceite que se obtuvo también fue similar e incluso mayor al obtenido en algunos años en la provincia de La Rioja, por ejemplo”.

En este sentido, el trabajo detalló: El contenido final de aceite en el fruto fue mayor en la variedad Frantoio, asociado a una mayor tasa de acumulación de aceite. La proporción de ácidos grasos varió entre grupos. Arbequina presentó el mayor contenido de ácido oleico y el menor de linoleico, pero los cuatro grupos lograron valores dentro de los límites internacionales para aceite de oliva extra virgen.

“En algunos casos, por ejemplo con Arbequina, llegamos a obtener un 70% de ácido oleico, que es un valor alto para algunas zonas productivas, como la de las provincias del NOA, donde no se alcanzan esos porcentajes”, sostuvo la investigadora.

Hacia delante
Las docentes de la FAUBA ya planean los próximos pasos a seguir para continuar con sus investigaciones sobre el cultivo de olivo y la calidad del aceite: “A partir del trabajo realizado, encontramos que es necesario hacer una determinación de qué variedades hay en el monte que analizamos, porque algunos árboles que figuran en el plano original ya murieron y fueron reemplazados por otros. Por ejemplo, encontramos que los árboles indicados como Ascolano no poseían las características morfológicas correspondientes a esa variedad. Vamos a tipificar cada uno de los árboles”, dijo Windauer.

“Queremos hacer una identificación varietal a través de marcadores moleculares, para lo cual estamos buscando recursos. También queremos analizar otros factores del ambiente como la disponibilidad de agua y de nutrientes que pueden afectar a la calidad y la cantidad del aceite”, informó. Además, adelantó que en los próximos experimentos también buscarán evaluar cómo incide la radiación en la acumulación aceites y en el peso seco del fruto.

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ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES (AMBA)

El AMBA es la zona urbana común que conforman la Ciudad de Buenos Aires y los siguientes 40 municipios de la Provincia de Buenos Aires: Almirante Brown, Avellaneda, Berazatagui, Berisso, Brandsen, Campana, Cañuelas, Ensenada, Escobar, Esteban Echeverría, Exaltación de la Cruz, Ezeiza, Florencio Varela, General Las Heras, General Rodríguez, General San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, La Matanza, Lanús, La Plata, Lomas de Zamora, Luján, Marcos Paz, Malvinas Argentinas, Moreno, Merlo, Morón, Pilar, Presidente Perón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Miguel, San Vicente, Tigre, Tres de Febrero, Vicente López, y Zárate.

Se trata de una megaciudad que se extiende desde Campana hasta La Plata, con límite físico en el Rio de la Plata e imaginario en la Ruta Provincial 6, y recorre una superficie de 13.285 km2. Según el censo de 2010, cuenta con 14.800.000 habitantes, que representan el 37% de los habitantes de la Argentina. Como megalópolis, se mantiene en constante crecimiento, por lo que sus límites son cada vez más difusos desde una mirada territorial.

Es por ello que se precisa de un desarrollo equilibrado y sustentable común, servicios interjurisdiccionales más eficientes, y una mayor cercanía y cooperación entre los gobiernos locales para mejorar la calidad de vida del ciudadano metropolitano, ya que las diferentes problemáticas que atraviesan su cotidianeidad no reconocen fronteras.

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