SALUD y/o ECONOMÍA… COMO SE ABORDA EL TEMA EN LA ARGENTINA, BRASIL y URUGUAY

AGUSTÍN ITURRALDE *

El País – Montevideo – ROU

Discutir sobre las consecuencias negativas de medidas sanitarias siempre es sensible, más aún cuando se pretende poner el análisis económico en la mesa. Sin embargo, salvo para quienes sostienen una visión muy infantil del tema, es claro que las consecuencias económicas tienen que estar en la mesa de cualquier consideración. Hablar de economía es hablar del trabajo, del ingreso y de la comida de las personas; no hay dudas que eso también puede tener consecuencias en la salud y en la vida.

Dicho esto, creo que lo primero que debemos hacer es un llamado a la humildad. Es poco lo que aún sabemos, no tenemos real noción de las consecuencias de este fenómeno inédito. Es más regocijante para el cerebro humano escuchar opiniones contundentes sobre lo que hay que hacer, esos argumentos son fáciles de recordar. Lamentablemente la economía y la salud que sin dudas están vinculadas están muy lejos de tener trade-off lineal. Dada las características de la enfermedad hay umbrales a partir de los cuáles las consecuencias cambian drásticamente, también el plazo que consideremos parece determinante.

En primer lugar, parece claro que la realidad echó por tierra cualquier idea de que se puede continuar produciendo como que aquí no pasa nada. El daño a la economía será enorme, por la afectación de la economía internacional, pero también por los límites inevitables al trabajo que pone el COVID-19. No es posible evitar toda restricción a la movilidad bajo el supuesto de que debemos cuidar la economía. Si no se toman medidas serias, el caos social también daña profundamente a la economía. Creer que es una alternativa seguir produciendo y trabajando como antes si estamos dispuestos a asumir ese 1% (o la proporción que sea) de muertos es un error. Los países que tan solo se aproximaron a un escenario así generaron un desborde de los servicios sanitarios y un caos social que interrumpió la vida “normal” de la sociedad, incluyendo la económica. Imaginemos qué sería del norte de Italia si en lo peor de la pandemia no se hubieran tomado medidas. Italia evitó que el descontrol siguiera escalando tomando medidas restrictivas. No hay camino razonable que ignore la magnitud del problema.

En los erráticos mensajes del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está esta mirada presente que intenta privilegiar la economía. La idea base es que, un país como Brasil no se puede dar el lujo de tener cuarentenas europeas y que las consecuencias sociales serían peor que los de la enfermedad. Sin embargo, la realidad parece haber golpeado en la cara a todos los que quisieron ir por este camino.

Por otro lado, tenemos visiones que podríamos denominar cuarentenistas extremas que sostienen cualquier consideración económica es un acto insensible de neoliberalismo. El presidente Alberto Fernández podría caber en esta clasificación cuando dice cosas como: “la economía se recupera y la vida no” o “prefiero aumentar la pobreza x% a tener z cantidad de muertos”. Esta postura representa un gran desconocimiento de lo que es la economía y la sociedad. Extender las cuarentenas sin ninguna consideración económica no es sólo malo para la economía, lo es también para la salud de las personas.

Si el virus está lejos de saturar el sistema de salud parece razonable pensar que asfixiar la economía puede generar mucho más daño social que el propio COVID-19 (claro que es muy complejo saber cuándo realmente está lejos de saturar el sistema). En otras palabras, las cuarentenas hay que poder pagarlas, en economías tan débiles como la de Argentina el riesgo de una disparada de la pobreza vía inflación que masifique enormemente los problemas alimentarios es perfectamente real. El aumento de los muertos por pobreza, homicidios y suicidios en el Río de la Plata durante el 2001 y 2002 son prueba de que el deterioro económico y social también cuesta vidas.

Nuestros vecinos tomaron estrategias opuestas en el abordaje del COVID-19, pero que quizás comparten una cosa. La idea de privilegiar la salud o la economía en el entendido de que existe una contradicción bastante directa entre ambas. Uruguay, fiel a su historia, parece haber tomado un camino moderado de cuarentenas tempranas, pero no obligatorias y de apertura gradual para evitar profundizar el daño económico y social. Sin dudas es muy temprano para sacar conclusiones, faltan muchos meses para que podamos afirmar con certezas qué país lo hizo realmente bien. Sin embargo, creo que Uruguay avanzó a partir de un entendimiento más razonable del fino y desconocido equilibrio que hay entre salud y economía.

(*) Director Ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED)

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