Las Malezas también pueden formar parte de las comidas

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Así se desprende de una investigación que desarrollan profesores y estudiantes de la facultad de Ciencias Naturales de la UNLP. Según indicaron se pueden aprovechar para cocinar tartas, salsas y ensaladas.

Según se desprende de una investigación que desarrollan desde el 2003 profesores y estudiantes de la facultad de Ciencias Naturales, en el marco de actividades de extensión comunitaria, una gran cantidad de malezas pueden formar parte de las ensaladas que se consumen a diario, o formar parte de exquisitas tratas, salsas y croquetas.

Así lo comprobaron hace unos días alumnos de la Secundaria 27 de Abasto, quienes visitaron el Instituto de Fisiología Vegetal (Infive) del Conicet-UNLP, y, aunque un poco reacios al comienzo, luego degustaron comidas hechas en base a diente de león, borraja y lengua de vaca.

“Son más amargas y duras al masticar, pero es cuestión de acostumbrarse”, dijo Leila Pochettino, investigadora del Conicet y directora del Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada de la facultad de 122 y 60.

“El primero en abordar la temática de las malezas comestibles fue Eduardo Rapoport, profesor e investigador de la Universidad Nacional del Comahue”, enfatizó Pochettino, para contar a este diario que “hace 10 años comenzamos a dar un curso en el Parque Ecológico, para un público que terminó resultando muy heterogéneo. Había gente que tenía o quería hacer su huerta orgánica, cocineras de comedores escolares o barriales que buscaban economizar en un época muy difícil, y hasta chefs de restaurantes, pues el uso de las conocidas como malas hierbas se había puesto de moda”.

Luego, profundizaron el camino de la extensión. Fue así que el año pasado, alumnos de la cátedra de Botánica Aplicada trabajaron con chicos de 5° y 6° grado de una escuela de Villa Castells “recorriendo el barrio y mostrándoles el uso potencial de la flora silvestre, siempre haciendo hincapié en el cuidado que hay que tener sobre el lugar donde se recoge”.

La “mala fama de las malezas -dice la profesora e investigadora- tiene que ver con el desconocimiento que existe de su poder alimenticio y nutritivo, a raíz de que crecimos bajo un modelo productor que dice que sólo se puede comer lo que se cultiva y no lo que se recoge”.

Pochettino explica que la mal conocida mala hierba -maleza- “es un concepto agronómico que la relaciona con aquello que crece donde no tiene que crecer. En cambio, desde un punto de vista ecológico se definen como plantas ruderales, es decir, que se desarrollan en terrenos perturbados o antrópicos, o sea, aquellos modificados por el hombre, bien por desmonte o cría de animales”.

¿A qué apunta el proyecto? “Al reconocimiento de recursos existentes tan mal vistos; a visualizarlos y valorarlos como recursos útiles y que están al alcance de la mano”, señala y ejemplifica que “un baldío puede ser una huerta insospechada”, a la vez que añade que “las malezas son ideales para las huertas orgánicas familiares”.

“Las malezas son lo que se quita de las huertas y jardines, y se las saca una por una. Por eso decimos que a ese trabajo se le puede agregar valor si, en vez de tirarlas, se las consume”, subraya.

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