DÓLAR. Pasión de los Argentinos…

En los primeros días de junio de 1975, tras que el flamante ministro de economía de María Estela Martínez de Perón, Celestino Rodrigo, anunciara -como parte del nuevo plan económico- una devaluación, que los analistas calificaron como la mayor de la historia argentina, en el diario La Opinión apareció una crónica titulada,  “La ciudad asistió al apasionado debate de 7 millones de economistas”. El artículo daba cuenta de la atención que la problemática de la cotización del dólar generaba en un público amplio, que además tenía una opinión formada sobre el significado de su aumento.

Por Miguel Faigón   – CONICET

 

 

De acuerdo con Mariana Luzzi y Ariel Wilkis, investigadores del CONICET, especialistas en sociología del dinero y autores del libro, El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019), la centralidad pública que adquirió el tema del dólar durante los días del Rodrigazo, fue expresión de un proceso comenzado a fines de los años ’50 –y cuya protohistoria se remonta incluso a los años ‘30, cuando aparecieron los primeros controles cambiarios- a través del cual la divisa estadounidense se convirtió en un dispositivo de interpretación de la realidad argentina.

“En ese sentido, la moneda norteamericana se vuelve objeto de preocupación y tema de conversación de un número de personas mucho mayor que el de aquellas que lo adquieren con el propósito de salvaguardar sus ahorros de los procesos inflacionarios o para realizar transacciones comerciales”, asegura Luzzi, quien desempeña sus tareas como docente e investigadora en el Instituto de Ciencias de la Universidad General Sarmiento (UNGS) y cuyo objeto de estudio es la presencia del dólar en las prácticas económicas de los argentinos.

No obstante, la  popularización del dólar –tal como conceptualizan los autores el proceso que buscan indagar- en la Argentina, junto con su instalación pública y su conversión en una herramienta para interpretar la realidad, implica también su paulatino ingreso –sobre todo a partir de los años ‘70- en los repertorios financieros de sectores cada vez más amplios de la sociedad, muchos de los cuales no cuentan con grandes recursos ni poseen conocimientos técnicos específicos.

Estos dos procesos, de acuerdo con los investigadores, siguieron temporalidades distintas y sólo en determinadas coyunturas –como, por ejemplo, el Rodrigazo o las crisis hiperinflacionarias de fines de los ‘80 y principios de los ’90- la intensificación de ambos se dio de manera simultánea

 

Una historia económica, política y cultural

Las interpretaciones más corrientes en torno a la tendencia de lo argentinos a preferir el dólar por sobre otros activos financieros, puestas a circular por economistas y luego instaladas como una suerte de ‘sentido común’ en diferentes ámbitos, suelen coincidir en que esta predilección es reflejo de las condiciones macroeconómicas específicas del país. O bien apelan a los constantes ciclos inflacionarios que tuvieron lugar en la Argentina desde los años ‘40 y frente a los cuales la divisa estadounidense serviría como ‘refugio’; o bien aluden a las crónicas depreciaciones del peso, consideradas una consecuencia inevitable de la restricción externa, es decir, de la dificultad estructural de la economía argentina para obtener los dólares que necesita para financiar su desarrollo.

La interpretación sociológica que buscan ofrecer los investigadores del proceso de popularización del dólar, apunta a polemizar con estas miradas que reducen el fenómeno a su dimensión económica, no en el sentido de descartar sus argumentos, sino de la necesidad incorporar también la consideración de las mediaciones culturales que volvieron legítima y comprensible para amplios sectores sociales de la Argentina un práctica monetaria como la compra de dólares y que además hicieron de la moneda estadounidense un tema de preocupación cotidiana entre los argentinos.

“El punto de partida de nuestro proyecto fue discutir con esas dos interpretaciones en torno a la centralidad del dólar en Argentina y reconstruir el proceso específico su popularización en nuestro país, teniendo en cuenta otras dimensiones. A nivel de literatura internacional -en sociología del dinero- no hay trabajos específicos que piensen en esta clave: la popularización de una moneda extranjera dentro de un país determinado. Un paso siguiente, para expandir nuestro programa de investigación, sería tratar de ver específicamente si este fenómeno de popularización de la moneda estadounidense ocurre en otros países con economías inestables”, afirma Wilkis, decano, profesor e investigador del Instituto de Altos Estudios Sociales de (IDAES, UNSAM), dedicado a estudiar los usos y significado del dólar en la sociedad argentina.

“Nosotros sostenemos que en torno al dólar en Argentina se anudan distintas historias a la vez: una historia económica, claro, pero también una historia política y cultural. La singularidad argentina  no es su inestabilidad económica, sino que el dólar tenga este doble carácter de instrumento financiero y de artefacto de decodificación de una realidad profundamente cambiante. Preocuparnos por el dólar, o estar atentos a cómo varía su cotización, habla menos de nuestra economía que de las herramientas con las que leemos la realidad”, apunta Luzzi.

 

Etapas de popularización del dólar

Aunque la popularización del dólar en Argentina es un proceso progresivo que comenzó aproximadamente fines de los años ‘50 con el Plan de Estabilización puesto en marcha por el gobierno de Frondizi –que implicó, además de la primera de una serie de devaluaciones que tendría lugar durante la década siguiente, el surgimiento de nuevas formas de narrar las noticias económicas-, hubo determinadas circunstancias críticas en las que esta tendencia se agudizó y tomó características particulares.

“Hay determinados momentos en los que el dólar además de ser noticia forma parte de múltiples conversaciones en distintos escenarios. Pero no todas las crisis son iguales, cada una tiene sus especificidades, sus desafíos y deja sus propias enseñanzas respecto de las prácticas económicas de la población. No son lo mismo el Rodrigazo, la hiperinflación del ‘89 y la crisis de la convertibilidad en 2001”, explica Luzzi.

Por otra parte, los investigadores destacan que hay expresiones puntuales de la popularización del dólar en las que se han producido avances y retrocesos, como el la dolarización de los precios del mercado inmobiliario en la Argentina, cifrada a fines de la década del ‘70. Aunque los intentos por reespecificar este mercado tuvieron una vida corta, eso no significa que no hayan existido.

“Fenómenos similares ocurrieron también en torno a los precios corrientes de la economía. Cuando se revisan los avisos publicitarios entre el 89 y el 91, se puede ver que hay valores de todo tipo de productos –no sólo importados- que se anuncian en dólares. Pero, una vez que reestabilizó la economía volvieron a aparecer mayoritariamente en moneda nacional”, señala la investigadora.

“Tras la híper, durante la etapa de la convertibilidad, se va a dar un proceso inverso al que había ocurrido en años anteriores; mientras el dólar tendió casi a desaparecer de la discusión pública, estuvo plenamente presente en prácticas financieras cotidianas”, agrega Wilkis.

 

Una moneda especial

El objeto fundamental de la sociología del dinero es discutir contra el sentido común de que el dinero es meramente un instrumento neutral que sirve para simplificar intercambios que de otra forma serían mucho más engorrosos, e interrogarse por los usos y significados históricos de las monedas que exceden esa función. En este sentido, retomando un concepto acuñado por Viviana Zelizer, los autores señalan que el dólar adquirió en la Argentina la forma de una moneda especial.

Este carácter especial no tiene relación directa con su uso en transacciones comerciales o con la cantidad de dólares que se mueva diariamente en el mercado cambiario. “Un argumento muy presente en el debate público durante los años del cepo cambiario del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, era que no había que darle tanta importancia dado que el número de argentinos que participaban del mercado cambiario era menor así como el volumen de dinero que movía. Y, sin embargo, la atención sobre el mercado cambiario seguía siendo muy alta. Algo similar pasaba en los años ’60. A nosotros lo que más nos interesa es justamente esta posibilidad de que aunque objetivamente este mercado pueda no ser tan relevante para la economía, sea crucial para la vida social y política”, destaca el investigador.

“Todas estas consideraciones que buscan quitarle importancia a la cotización del dólar o a la mercado cambiario, parten de suponer que el dólar es solamente un activo financiero y que, por lo tanto, solo interpela  a aquellos que forman parte del juego de la inversión financiera o están vinculados al mercado exterior. Pero desconocen que en nuestro país el dólar es también un artefacto para interpretar la realidad”, concluye Luzzi.

 

 

 

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