– «Conseguí una estancia en una Universidad extranjera…pero tengo niños. ¿Qué hago con ellos?». PREGUNTAS DE NUESTRO TIEMPO EN LOS ÁMBITOS CIENTÍFICOS. EL ROL Y LA LUCHA DE LAS MUJERES INVESTIGADORAS

Eres investigadora y te han dado una estancia de unos meses en una universidad extranjera de prestigio pero tienes hijos pequeños, ¿qué haces con ellos? A este tipo de preguntas y a otras mucho más complejas se enfrentan todos los días mujeres que han optado por compatibilizar familia y carrera investigadora.

Su presencia en las universidades es cada vez mayor, sin embargo, el crecimiento no ha sido exponencial en todas las áreas científicas, ni en todos los niveles del escalafón académico. Esta falta de progresión tiene sus porqués.

eva rodriguez nieto

 

Eva Rodríguez Nieto | | 12 marzo 2016 08:00

 

“Hasta que el mundo sea más igualitario, menos machista y estructuralmente menos desigual, no hay más remedio que ‘poner parches’ para paliar lo injusto que es que más de la mitad de la población mundial no tenga las mismas oportunidades para desarrollar sus capacidades y facultades”, exclama Leire Gartzia, investigadora y profesora adjunta en la Universidad de Deusto.

Gartzia ha publicado recientemente un estudio en la revista Sex Roles en el que aborda algunas de las razones por las que se mantienen las desigualdades de género en España y hace un análisis respecto al marco europeo e internacional.

“Vemos que se ha avanzado mucho y muy rápido en las últimas décadas, a pesar del estancamiento más reciente por las políticas de recortes tras la crisis. Sin embargo, las formas de discriminación son muchas y muy sutiles, y van desde la perpetuación de los estereotipos en los medios de comunicación, la escuela y el lenguaje, hasta la discriminación directa e indirecta en el ámbito laboral, político y legislativo”, declara a Sinc la científica.

“Hasta que el mundo sea más igualitario y menos machista, no hay más remedio que ‘poner parches’ para paliar lo injusto”, exclama Leire Gartzia
Sus conclusiones indican que, a pesar de los esfuerzos que han hecho tanto la Comisión Europea como los gobiernos de los miembros de la UE para promover la igualdad de género y la investigación en este campo, continúa siendo un problema social en el que se necesitan más avances.

“En España, los recortes presupuestarios han hecho caer al país a una posición sustancialmente más baja en la clasificación de la Brecha Global de Género (del puesto 11 en 2006 al 29 en 2014), debido principalmente a un empeoramiento del acceso de las mujeres a las posiciones de pleno empleo y de liderazgo”, apunta el trabajo.

Un informe de la Comisión publicado en 2014 sobre conciliación laboral y familiar exponía que existe una variación sustancial en el tiempo que se tarda en encontrar un primer empleo en todos los países de la UE al concluir la formación. En los países del sur y el este, la velocidad de transición es sustancialmente más lenta que en el resto, sobre todo para las mujeres. En Italia, Alemania, España y Portugal los hombres encuentran su primer empleo con mayor rapidez que ellas.

En el mundo de la ciencia, las investigadoras también afrontan problemas distintos a los de sus compañeros por el hecho de ser mujeres. Mary Frank Fox, codirectora del Centro de Estudios de Mujer, Ciencia y Tecnología en el Instituto de Tecnología de Georgia (EE UU), apuntaba en el libro Higher Education la necesidad de que las instituciones se transformen como estrategia para el desarrollo de la mujer en las ciencias académicas y la ingeniería.

Los programas ADVANCE de la Fundación Nacional de Ciencia han producido transformaciones en las políticas y programas de conciliación familiar de las universidades. Esto es especialmente pertinente en los EE UU porque aquí no cuentan con programas nacionales para las licencias parentales o de guarderías”, subraya a Sinc.

Escasos apoyos para la conciliación

En España, un hombre con hijos tiene una probabilidad cuatro veces mayor de ser promocionado a catedrático que una mujer con hijos.

Frank Fox ha identificado y publicado en la revista American Behavioral Scientist algunos de los factores que más influyen en las desigualdades en el ámbito académico según el género. “Estas se encuentran en las condiciones de trabajo de los investigadores universitarios. Van desde la claridad o la opacidad en los procesos de evaluación para el ascenso, hasta el acceso equitativo a los recursos materiales de espacio y equipamiento”, señala a Sinc.

Hay más elementos que llevan a la inequidad. Algunos tienen que ver con la difusión de resultados académicos en los medios de comunicación, otros, con la interacción y el intercambio de ideas –que a su vez influyen en la productividad de la investigación–. También influye el clima de trabajo en los departamentos, que pueden (o no) estimular determinadas líneas de investigación; y las políticas de apoyo a la integración laboral y familiar.

Precisamente, una de las grandes batallas que quedan aún por librar en el lento avance de las mujeres científicas en disciplinas masculinizadas es la escasez de apoyo para el desarrollo de una carrera que tenga en cuenta la necesidad de conciliación del trabajo con una vida personal.

“Por ejemplo, ahora mismo yo me voy cinco meses de estancia a Berkeley y, aunque necesariamente tengo que viajar con mi familia para poder desempeñar mi trabajo, tengo muchísimos obstáculos para cuestiones básicas como hacerles un seguro de salud.

Tampoco está cubierto nada que tenga que ver con gastos de guardería durante la estancia, lo cual no favorece en absoluto que las mujeres podamos movernos fácilmente y mejorar nuestro potencial de desarrollo investigador”, enfatiza Gartzia.

Lo que cuenta esta investigadora no es solo una experiencia personal anecdótica. Su testimonio coincide con las conclusiones del Libro Blanco de de la Situación de las Mujeres en la Ciencia Española, editado en 2010 por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Según este documento, tener hijos afecta mucho más negativamente a la mujer científica, sobre todo al llegar a altos niveles: un hombre con hijos tiene una probabilidad cuatro veces mayor de ser promocionado a catedrático que una mujer con hijos. Al estudiar este factor se han comparado hombres y mujeres con las mismas características personales, profesionales y de productividad académica.

“Mientras la informática fue licenciatura había un 40% de mujeres, al denominarse ingeniería disminuyeron hasta el 15%”, apunta Pérez Sedeño

Eulalia Pérez Sedeño, profesora de investigación de Ciencia, Tecnología y Género en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, explica a Sinc cómo la percepción social de determinadas disciplinas sigue condicionando la presencia de mujeres: “En el imaginario colectivo se ha popularizado que la tecnología es más bien cosa de varones, y tradicionalmente ha sido así. Pero esto va más allá al no tener modelos de referencia de ingenieras. Lo que sucedió con la informática es muy significativo, mientras fue licenciatura el porcentaje de mujeres estaba en torno al 40%, en el momento que pasaron a denominarse ingenierías informáticas disminuyó su presencia entorno al 15%”.

Cuotas para la igualdad, ¿sí o no?

Una de las cuestiones sobre las que existen discrepancias es si un sistema de discriminación positiva mediante cuotas en la ciencia supone o no una solución. En un trabajo dirigido por Pérez Sedeño sobre la situación de las mujeres en el sistema educativo de ciencia y tecnología en España se planteó a 25 investigadoras si estaban de acuerdo con las cuotas. Los resultados obtenidos mediante entrevistas personales revelaron que una parte importante de las científicas lo percibían inicialmente como un mecanismo negativo.

“Se coincide en la necesidad de articular algunos mecanismos, sobre todo, en ámbitos políticos y de gestión para garantizar el acceso de mujeres en igualdad de condiciones. En algunos casos las cuotas de representación se aceptan como un ‘mal necesario’ que coyunturalmente puede ayudar a impulsar la participación de las mujeres”, apunta el informe.

Para Gartzia la discriminación positiva mediante cuotas es correcta, “aunque no conviene simplificar porque hay cuestiones que lo complican”, añade. La investigadora se refiere a estigmas sobre la competitividad de las mujeres que acceden a dichos cupos y sus efectos limitados desde el punto de vista del ‘síndrome de la abeja reina’ que genera controversia al aumentar competencia.

Teresa Langle de Paz, codirectora de Women’s Knowledge International en la Fundación Cultura de Paz y miembro del Consejo del Instituto de Estudios Feministas de la Universidad Complutense de Madrid, se muestra mucho más a favor: “¡Por supuesto que sí! ¿Cómo no estar de acuerdo con que de una manera mínima al menos se intente contrarrestar las enormes desigualdades que soportan las mujeres en todas las esferas y ámbitos de la vida? Pensar que la discriminación positiva es propiciar privilegios para las mujeres es no entender nada ni querer saber acerca de las situaciones de discriminación real negativa que soportan las mujeres en el mundo día a día”, asegura.

“Pensar que la discriminación positiva es propiciar privilegios para las mujeres es no entender nada”, enfatiza Langle de Paz
Para la investigadora, un status quo sin las cuotas no implica neutralidad ni igualdad de oportunidades para todos. “Comprendo que en este marco, muchas mujeres no quieran ser producto de las cuotas sino brillar por sus méritos, sin más, pero no se dan cuenta de que ellas mismas, los derechos que tienen, son producto de las cuotas; sin ellas, sin el pensamiento y las políticas de igualdad, no podrían ni habrían podido progresar en sus profesiones, y aun así, se enfrentan al sexismo y a los techos de cristal”.

De la misma opinión es Pérez Sedeño: “Cuando comenzaron las cuotas para los tribunales de oposición por la Ley de Igualdad, pude observar que muchas mujeres eran muy reticentes, no querían estar ahí por el hecho de ser mujeres. Sin embargo, el problema es precisamente que, por ser mujeres, aunque tuviesen iguales méritos que los hombres, no estaban”. 

El movimiento feminista en la ciencia

Los feminismos, tan antiguos como el patriarcado, no se han transformado en movimientos organizados ni en pensamiento académico e intelectual hasta la modernidad. “En el área de humanidades y ciencias sociales es donde ha surgido este movimiento. Las científicas en España se han movido sobre estos temas muy tarde, pero cada vez hay un mayor convencimiento de que hay que luchar por la igualdad. Existe un problema añadido, las ciencias que no son sociales ni humanidades tienen muy asumido la objetividad científica, y les cuesta mucho pensar que pueden intervenir factores como el género en este tipo de disciplinas”, destaca Perez Sedeño.

La presencia de enfoques de género en los programas de estudio sigue siendo escasa, en opinión de Gartzia: “En cuanto a la carrera académica del profesorado, hay bastantes prejuicios aún y no vale lo mismo una investigación feminista que de otro tipo”, explica.

Teresa Langle de Paz lo ve así: “Se ha conseguido que los estudios de género, las investigaciones de la mujer y el feminismo estén un poco más aceptados en el ámbito académico, aunque sigue siendo una lucha constante por hacer ver a una gran mayoría que son campos de estudio vitales para comprender mejor el mundo, sin miopía”.

Aunque se ha generalizado la idea de que ‘el tema de la mujer’ tiene que estar presente en las políticas, las cuestiones de género se suelen considerar un asunto adicional, minoritario y no central. “He observado un fenómeno paradógico: la tendencia a la radicalización del machismo y de la violencia machista al tiempo que, para el público general, sobre todo entre la gente joven, hay una tendencia a creer que no hace falta el feminismo, que es algo del pasado”, dice Langle de Paz.

Por este motivo, la científica cree que el discurso de la igualdad de derechos humanos es útil e indiscutible. “Al menos contamos con instrumentos legales avalados por la legislación internacional. Pero esto ha costado mucho”, agrega.

Por ejemplo, la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que aborda la violencia sexual contra mujeres y niñas como arma de guerra, costó más de 5.000 reuniones del Consejo y más de medio siglo de presiones por parte los movimientos de mujeres, feministas y académicas.

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