EL BIÓLOGO Y LA LUCHA POR LA VIDA…

CIENCIAS EXACTAS. Alejandro Cittadino se doctoró en Biología en la Facultad en 1995. Dificultades económicas lo impulsaron a buscar alternativas laborales. Actualmente, además de seguir dando clases en Exactas, está a cargo de los monitoreos ambientales del CEAMSE. En esta charla, asegura que existen numerosos puestos de trabajo para biólogos, pero por desconocimiento, la industria y el Estado recurren a otros profesionales.

Por Gabriel Rocca

Cittadino1_N– ¿Cuándo ingresaste a la Facultad?

– Arranqué con la carrera en el 2do. cuatrimestre de 1984 y terminé la licenciatura en el 90. A medida que cursaba me fui dando cuenta de que quería ser ecólogo y de que quería hacer el doctorado. Una vez que me recibí estuve varios años como becario de CONICET y me doctoré en 1995.

– En ese momento, ¿vos querías ingresar a carrera de CONICET?

– En esa época el ingreso a carrera estaba prácticamente cerrado. Y encima se vislumbraba un futuro poco auspicioso para la ciencia en Argentina. Yo estaba ganando muy poco. Ya tenía familia y empecé a pensar que iba a tener que buscar otra alternativa laboral. Un amigo biólogo me comentó que en el CEAMSE estaban buscando gente y mandé mi currículum. Después de unos años me llamaron y me dijeron que estaban buscando a alguien para evaluar la parte ambiental. Recuerdo que me ofrecieron un salario que era el doble de lo que yo ganaba como becario. Y acepté.

– Cuando empezaste a tener dudas sobre tu futuro laboral, ¿lo planteaste entre tus colegas?

– Mirá, en el grupo más cercano a mí, todos querían trabajar en un laboratorio, conseguir una beca, doctorarse. Pero eso lo lograban muy pocos. La mayoría quedaba en el camino. En esa época, para mis compañeros, yo era el exitoso: tenía beca de CONICET, era JTP, tenía menos de 30 y ya era doctor. Pero el éxito pasaba por lo académico porque a mí me costaba llegar a fin de mes, me costaba mandar a mi hijo al jardín. La situación era muy difícil y no se vislumbraban mejoras sino todo lo contrario.

– Desde la Facultad, en los últimos años, se están haciendo esfuerzos para mostrar a sus estudiantes otras alternativas laborales ¿Te parece útil?

– Yo lo que noto es que los alumnos están pidiendo eso. Antes, el chico que era mi alumno quería, sí o sí, ser investigador y tener un cargo full time en la Facultad. Ahora, muchos chicos buscan otras alternativas. Pero, a nivel de profesores, hay mucha reticencia en un sector más tradicional, que sostiene que el biólogo es un científico y ahí se acabó la historia. Yo creo que debemos generar alternativas para la gran cantidad de chicos que el sistema no absorbe.

– Algunos estudiantes plantean que cuando manifiestan buscar una salida laboral diferente suelen ser mal vistos por sus compañeros y docentes.

– Eso ya estaba presente cuando yo estudiaba. Quien quería ir a trabajar al ámbito privado era considerado poco menos que un traidor, decían que te habías vendido. Incluso había gente que trabajaba en otras cosas y lo ocultaba. Yo creo que eso, por lo menos en parte, cambió. Por lo que veo, mis alumnos no tienen esta disyuntiva en la cabeza. Hay algunos que quieren ser investigadores y hay otros que quieren trabajar en otros ámbitos y no tienen ningún problema. Eso es un cambio. A mí me llueven los currículum.

– Desde la industria, ¿se ve a los egresados de Exactas como un recurso humano útil para incorporar a sus empresas

Desde la industria se está demandando a las universidades. Los químicos tienen mucha salida laboral, los geólogos también, ni hablar de los egresados de Computación. Para los biólogos la cosa está un poco más complicada ¿Por qué? No es que no haya espacio sino que el problema es que no lo supimos ocupar. Por ejemplo: todas las municipalidades tiene secretarías de medio ambiente ¿Cuántas están dirigidas por un biólogo? Otro ejemplo: si vos querés poner una empresa de control de plagas, vas a necesitar un director técnico, un biólogo es especialista en eso. Sin embargo no aparecía en la lista de directores técnicos, y sí figuraban veterinarios y médicos. Es muy llamativo que las consultoras que hacen estudios de impacto ambiental llaman a los biólogos sólo para algunas tareas específicas cuando podemos hacer todo el proceso. ¿Quién mejor que un biólogo puede hacer un monitoreo ambiental? El problema es que la gente no sabe para qué llamar a los biólogos. En la medida en que se enteren afuera de la cantidad y variedad de cosas para las que estamos capacitados, se tendría que abrir un panorama distinto.

– ¿Hay un desconocimiento respecto de los saberes que tiene un biólogo?

– Creo que sí. Todo control ambiental ahora viene ligado a un análisis de riesgo y los que hacemos análisis de riesgo no somos muchos. ¿Pero saben afuera que nosotros podemos hacer eso? Yo creo que no. Creo que si la intención es mostrar un perfil alternativo de los egresados de Exactas deberíamos tener una política más agresiva de comunicación de nuestra formación y de nuestras áreas de incumbencia. Y también organizar relaciones con la comunidad. Claro que tiene que estar bien marcado que se trata de una alternativa, porque yo amo la investigación, no reniego de eso, esa es nuestra fortaleza.

– ¿Considerás que hay una demanda potencial en el mercado y en el Estado para los estudiantes de biología que se estarán recibiendo en los próximos años?

– Sí, hay. Hay laboratorios, consultoras, organismos oficiales. El tema es que nos conozcan, que sepan que existimos. Es el momento de mostrarse. ¿Por qué los ingenieros crearon la carrera Ingeniería Ambiental? Hasta han creado ingeniería ecológica. Y ellos consiguen muchos trabajos. No hay empresa grande que no tenga un área de medio ambiente ¿Quienes ocupan esas áreas? Seguro que los biólogos no.

– ¿Creés que se va a poder avanzar en la línea que proponés?

– El proceso es lento pero los cambios importantes no se dan de un día para el otro. Esto va a ir caminando. Lo que a mí más me preocupa es no crear frustrados. Está bien que los científicos sean los mejores, los más capacitados. Pero no podemos dejar que de 300 ó 400 que ingresan por año solamente accedan al sistema unos pocos. ¿Y el resto qué hace? Inclusive desde un punto de vista económico uno podría preguntarse para qué invierte tanto la sociedad en la universidad pública para la formación de chicos que después no van a tener un trabajo acorde a su preparación. Me parece que hay que abrir caminos, no cerrarlos.

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