Cultivar sin Tierra – Hidroponia

Las huertas hidropónicas se pueden instalar en espacios pequeños e, incluso, en interiores. Los alimentos cultivados se pueden consumir en el momento y son altamente ricos en vitaminas y minerales. Además, se acortan los tiempos de cultivo.Tener una huerta propia, y más cuando se vive en un departamento en el centro de la ciudad, es el deseo de muchos. Sin embargo, el tiempo y los cuidados que exigen, sumado a la falta de espacio, hacen que muchas veces no sea posible. Las huertas hidropónicas pueden ser una opción: son ideales para sitios urbanizados, ya que pueden instalarse en espacios pequeños como balcones, patios, terrazas e incluso en los interiores.

¿De qué se tratan estas huertas? Se basan en cultivos sin tierra, en los que las plantas reciben los nutrientes que necesitan por medio del agua. Para esto, se instalan estructuras especialmente diseñadas con una bomba pequeña que asegura un permanente suministro del agua.

“Como las plantas reciben los nutrientes directamente a través del agua, se acortan significativamente los tiempos de cultivo. La tierra es remplazada en este tipo de huertas por un sustrato inorgánico (turba, por ejemplo), por lo que se protege a las plantas de todas las enfermedades y plagas provenientes de la vida orgánica tales como hongos, bacterias o insectos y no es necesario utilizar abono ni agroquímicos. Los alimentos cultivados se pueden consumir en el momento y son altamente ricos en vitaminas y minerales”, explicó el ingeniero agrónomo Agustín Casalins, especialista en cultivos hidropónicos y líder del proyecto Verde al Cubo.

La hidroponia es una forma de cultivo que puede aplicarse a cualquier tipo de plantas, ya sea para consumo o decorativas, y puede practicarse tanto en espacios abiertos como cerrados. Verdes como rúcula, albahaca, lechuga, radicheta o distintos tipos de especias son sólo algunos ejemplos de todo lo que puede cultivarse.

Esta modalidad reducen el tiempo de labor y dedicación a la huerta a menos de una hora por semana. Los tiempos de cosecha son progresivos, por lo cual cada persona cosecha en el momento en que desea consumir determinado alimento (una vez por día, una vez por semana, etc.). Las plantas primarias sombrean a las tardías, por lo que se asegura un crecimiento escalonados y cosechas secuenciales; por lo tanto, no es necesario sembrar una variedad más de una a tres veces por año. “Otra ventaja a tener en cuenta es que las lluvias, si bien pueden diluir una mayor cantidad de agua en los nutrientes, no afectan los sistemas; ya que los mismos son circuitos cerrados de riego: no se pierde agua, sino que se almacena y recicla para el consumo continuo del cultivo”, explicó el ingeniero agrónomo.

Un poco de historia

Los orígenes de la hidroponia se remontan a cientos de años atrás. Los Jardines Colgantes de Babilonia, los jardines flotantes de los aztecas en México o aquellos de la China imperial son ejemplos de este tipo de cultivo. El primer registro escrito de la hidroponia data del año 1.600, cuando Jan Baptista Van Helmont, un químico, físico, alquimista, médico y fisiólogo flamenco que demostró que las plantas obtienen sustancias a partir del agua, sea esta del suelo o suministrada.

A comienzos de 1940, la técnica demostró gran utilidad cuando las aplicaciones de los cultivos hidropónicos permitieron proveer de alimentos a las tropas estacionadas en las islas incultivables del Pacifico. Posterior a la Segunda Guerra Mundial se estableció el primer Proyecto tecnológico en la isla de Chofu, en Japón. Luego los cultivos hidropónicos se expandieron en plan comercial a en todo el mundo en los años ‘50 en países como Italia, España, Francia, Inglaterra, Alemania, Suecia, Rusia e Israel.

Hidroponía casera: ¿qué necesitamos?

Aunque no lo creas, en casa utilizas esta técnica cada vez que colocas flores en un jarrón. Es la manera más sencilla de practicar la hidroponía. Pero si lo que quieres es tener cultivos en casa más duraderos o trabajar con plantas más grandes, entonces tendrás que utilizar materiales más apropiados y recipientes más amplios.

Recipiente: puede ser un cubo, un barreño o el envase que más se adecue a tus necesidades (por espacio, tamaño de la planta, etc); esta decisión la dejamos a tu elección. Eso sí, es importante que sea opaco, ya que la luz no debe incidir en las raíces, y, por supuesto, impermeable. Con una profundidad de entre 20-35 cm.; le haremos un agujero en la base que nos ayudará a deshacernos del agua cuando decidamos renovarla.

Agua: la ideal es el agua de la lluvia, aunque la potable también nos servirá; con una concentración baja de hipoclorito de sodio y de cal. Sólo utilizaremos aquéllas con gran cantidad de sal para los cultivos que acepten este tipo de agua; éstos son los claveles, la lechuga o los tomates. pH: tenemos que controlar el pH del agua antes de alimentar a las plantas. Los niveles normales son 6.5 y 8.5. Aún así, el agua puede contener cierto grado de toxicidad por eso es importante controlarlo.

Aire: ha de haber siempre una buena ventilación y evitar el polvo, los gases y el humo; como el tabaco, por ejemplo. Una bomba aireadora es un instrumento muy práctico que nos puede facilitar mucho esta función. Le uniremos un pequeño tubo que introduciremos en el estanque y le haremos unos orificios para que produzca un burbujeo suave; además, le colocaremos un pequeño peso para que se mantenga dentro del agua.

Luz: es fundamental para el desarrollo del cultivo; por ello, nos encargaremos de que reciba mucha luz. Asimismo, esto depende también del tipo de planta, ya que hay especies que crecen mejor a la sombra.

Humedad: el porcentaje establecido para una atmósfera adecuada es del 75% de humedad. Si es excesiva, la planta podría desarrollar alguna enfermedad; del mismo modo, se verá perjudicada si el medio es muy seco.

Solución nutritiva: Azufre, boro, calcio, carbono, cobre, fósforo, hidrógeno, hierro, magnesio, manganeso, nitrógeno, oxígeno, potasio y zinc. Cada uno de estos elementos son necesarios en el cultivo porque sus propiedades se complementan entre sí y aportan a nuestra planta todos los nutrientes que necesita para desarrollarse. A pesar de que hay distintas combinaciones adecuadas a cada especie, una opción muy práctica, sobre todo para los principiantes, es adquirir en tiendas especializadas soluciones hidropónicas ya elaboradas.

Sustrato: nos ayuda a que las raíces de la planta se aferren al interior del recipiente, protegiéndolas de la luz. Drena y oxigena el agua y retiene los nutrientes que el cultivo necesita; los mejores son aquellos que aportan una cantidad de oxígeno de entre el 15 y el 35%. Son componentes inertes, de bajo coste y livianos: arena, grava, piedra pómez, virutas, cascarilla de arroz, etc.

Semillero: el desarrollo de nuestra planta dependerá en un principio de una buena siembra. La calidad de las semillas y las condiciones en las que germinen determinarán su futuro crecimiento; frescas, con mucha agua, pero sin que se ahoguen, y oxígeno. Un semillero nos ayudará en esta primera etapa.

Manguera: la usaremos para renovar el agua y reponer los nutrientes del recipiente. Reloj controlador: nos ayudará a controlar los espacios de tiempo entre un drenaje y otro.

Paso a paso

Cogeremos el recipiente y cubriremos su interior con una funda de nylon con el fin de asegurar su estanqueidad. Luego, colocaremos sobre él una tabla de madera, de las mismas dimensiones del estanque, con orificios por los que introduciremos las raíces de las plantas, con cuidado de no lastimarlas. Las raíces quedarán sumergidas en el agua, pero el cuello o tallo quedará justo encima de la superficie.

Cada tres o cuatro horas al día oxigenaremos el agua con ayuda de la bomba aireadora; y cada dos o tres días (con el tiempo lo haremos diariamente), llevaremos a cabo el control de la solución hidropónica y le añadiremos los componentes necesarios para mantener la cantidad de nutrientes que nuestra planta necesita. Del mismo modo, cada 30 días, en una primera época, y más adelante cada 15, renovaremos el agua, la cual utilizaremos para regar otras plantas.

Te recomendamos que mantengas un control sobre el desarrollo de tus plantas por si padecen alguna enfermedad o sufren alguna carencia y establecer una tabla de fechas donde el cultivo experimenta los cambios más importantes.

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