Con poco tiempo, los republicanos y Obama buscan evitar el default

Se reunieron ayer para acordar una suba temporal del techo de la deuda; las negociaciones continuaban anoche

WASHINGTON.- Con la participación directa del presidente Barack Obama y bajo la presión del reloj, demócratas y republicanos lograron finalmente ayer reunirse para buscar un acuerdo para superar la parálisis pública y evitar que el país entre en suspensión de pagos.

 

A pesar del encuentro, hasta anoche no se registraban avances concretos y las negociaciones para elevar temporalmente el techo de la deuda continuaban, en un clima en el que, incluso, sobrevoló el fantasma de la Argentina de 2001.

 

«Hemos mantenido una reunión productiva con el presidente Obama, pero tenemos que seguir conversando», dijo, al caer la noche, el titular del bloque republicano en la Cámara de Representantes, Eric Cantor.

 

La sensación de fracaso de anoche fue un grave contraste con el alivio que se había experimentado horas antes, cuando el solo anuncio del encuentro entre Obama y los republicanos en la Casa Blanca generó una positiva reacción en la Bolsa de Nueva York. El indicador principal cerró con una fenomenal suba de 2,2%, ante la corriente de optimismo que creyó ver el fin de la crisis.

 

«El presidente está feliz de que empiecen a aparecer voces serenas», había celebrado, en igual tono, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney. Pero, con el correr de las horas, los ánimos volvieron a caer. La falta de acuerdo se hizo patente.

 

No había nada firme para anunciar, mientras sólo faltan seis días para que el país llegue al tope de su posibilidad para emitir deuda. Ese techo se alcanzará el próximo jueves, y si para entonces no hay nuevos recursos la posibilidad de atender compromisos se verá afectada, según confirmó el secretario del Tesoro, Jack Lew.

 

La imagen de Estados Unidos acechado por la suspensión de pagos empezó a trazar paralelos con nuestro país en la crisis de 2001. El senador demócrata Mark Warner llegó a usar la sombra de esa experiencia para prevenir sobre la gravedad del momento. «No es que seamos exactamente como la Argentina de 2001, pero estamos jugando con una situación en la que no estuvo nunca hasta ahora ningún país industrializado», dijo el legislador por Virginia.

 

«No se trata de perder el 75% del valor de la moneda ni caer en una espiral de inflación», insistió, al mirarse en el espejo del pasado de nuestro país. «Pero sí estamos poniendo en riesgo nada menos que el crédito de Estados Unidos», reflexionó.

 

En medio de esas sombrías comparaciones, la posibilidad de un acuerdo había cobrado cuerpo durante el día y cambiado el ánimo en Wall Street, que tuvo una fenomenal subida ante la perspectiva de un acuerdo. Lo mismo operó en el ambiente político.

 

«El presidente está feliz de que, al fin, se advierta un poco de serenidad en la Cámara de Representantes», sostuvo Carney.

 

«Por lo menos, es gratificante escuchar que ya hay quienes reconocen que caer en una suspensión de pagos no es buena salida», añadió.

 

En la misma línea se había manifestado por la mañana la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, para quien una situación de ese tipo «haría un enorme daño» a la economía de Estados Unidos y a la internacional.

 

«Serían consecuencias muy pero muy dañinas», agregó Lagarde, quien mantuvo la esperanza en que «muy pronto» se puedan mirar estos días como parte del pasado, con la situación superada «y decir qué desperdicio de tiempo hemos hecho».

 

Con la asamblea del organismo presionando, se multiplicaron las voces de alerta en ese sentido. «Lo último que necesitamos es mayor volatilidad en los mercados», sostuvo, por caso, el ministro de Economía de España, Luis de Guindos.

 

La fugaz posibilidad de una salida había comenzado a crecer cuando se supo que los republicanos estaban listos para proponer un «acuerdo de emergencia» para evitar la suspensión de pagos. Un alivio de sólo pocas semanas «sin condiciones», según trascendió, mientras se abrían negociaciones sobre todo lo demás. Pero, al parecer, la idea no terminó de cuajar. «Estados Unidos no puede tener soluciones de pocas semanas», fue el mensaje de la Casa Blanca. Y las cosas siguen igual.

 

La tensión entre demócratas y republicanos tiene ya como consecuencia que, desde hace diez días, la administración pública funciona a media marcha ante la falta de acuerdo para votar el presupuesto.

 

La otra cara del mismo conflicto crece ahora con la posibilidad de que el desacuerdo se extienda al permiso legislativo que necesita el gobierno para emitir deuda. Si no se vota para el próximo jueves, «habrá problemas graves», dijo el senador demócrata Harry Reid.

 

El principal punto de desencuentro es la reforma del sistema de salud. Los republicanos quieren, por lo menos, postergar por un año su entrada en vigor y lo ponen como precio a cambio de su voto. Pero la Casa Blanca no quiere ni oír hablar del asunto. Y el jaque se mantiene..

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