ARGENTINA. NUEVO PRESIDENTE. TEMORES DE LOS CIENTÍFICOS. Una Visión Apocalíptica

Ciencia, política, futuro
El Cable -publicación de Ciencias Exactas –  convocó a un grupo de seis profesores destacados de la Facultad para consultarlos sobre la situación actual de la ciencia y la tecnología nacionales y sus perspectivas a futuro. El resultado, fueron  una serie de textos atravesados por la actualidad política argentina y su inminente definición electoral, a cargo de Alberto Kornblihtt, Juan Pablo Paz, Galo Soler Illía, Gabriel Rabinovich, Sebastián Uchitel y Víctor Ramos.

 

por Juan Pablo Paz (Físico. Profesor de Exactas UBA, Investigador del CONICET).

Cualquier comparación del presente con el pasado se asocia, tendenciosamente, con una “campaña del miedo”. Esto es absurdo, sobre todo en una época en la que se debe reflexionar sobre los logros de los últimos años, y sobre la posibilidad de convertirlos en políticas de Estado.

Y, naturalmente, al reflexionar, es inevitable comparar con otras épocas. Ingresé como becario del CONICET en 1984 y fui testigo de la tendencia a la decadencia de esa institución desde ese mismo momento. Las autoridades de la época eran simpáticas, democráticas y amables, pero eran funcionarios resignados a la inevitabilidad de la decadencia.

Estaban resignados a ser parte de gobiernos para los cuales la ciencia no era prioritaria. Eso sucedió, con matices, en la Argentina de la post dictadura y se agudizó en la época del desguace sistemático del sector científico que tuvo lugar en los años 90. El principal logro de estos últimos doce años es haber revertido drásticamente esa visión. La ciencia es una prioridad, quién lo duda.

Me impresiona notar la naturalidad con la que los más jóvenes toman ciertos hechos que deberían ser reivindicados como enormes logros. Parece natural que cada año ingresen al CONICET 700 nuevos investigadores y 1500 becarios. ¿Natural? ¡Ningún gobierno que tenga como prioridad la reducción del gasto público mantendría semejante ritmo de crecimiento!

Ni qué hablar de los edificios, los subsidios o las políticas de promoción del desarrollo de áreas claves como la satelital o la de los radares. ¡Esas cosas no son naturales en un país como el nuestro! Tampoco es “natural” la situación actual, en la que no existe la desocupación entre los científicos y tecnólogos.

En otra época, eso era inimaginable. Haber conseguido que los jóvenes naturalicen estas cosas es, paradojalmente, un logro de la gestión kirchnerista en ciencia y tecnología, que fue, sin dudas, la mejor, lejos, de los últimos cincuenta años en la Argentina.

Decir esto no es hacer “campaña del miedo” sino reivindicar logros y advertir sobre un hecho que me resulta casi obvio: Lo logrado no está consolidado y para no retroceder es necesario un gobierno que sostenga la inversión en el sector.

Estos últimos doce años lograron que se instale en mí, y en muchos otros científicos, la capacidad de soñar y planificar actividades que rendirán frutos sólo en el mediano y en el largo plazo. Yo sueño con crear un nuevo laboratorio en el que pueda atrapar y manipular átomos de a uno a la vez, cosa que hace una década consideraba una utopía.

Sueño con ser capaz de incorporar nuevas tecnologías e incentivo a los jóvenes a que se formen en áreas de vacancia en los mejores centros del mundo para recién después regresar e integrarse a nuestro sistema. Aspiro a que esos sueños se hagan realidad y me resistiré a que se transformen en pesadillas. Para consolidar lo logrado no hace falta magia. Para eso, hay que pelearla.

por Gabriel Rabinovich (Bioquímico. Profesor de Exactas UBA, Investigador del CONICET).

Si hacemos una breve encuesta a políticos y estadistas, ninguno dudaría en aseverar que la educación, la ciencia y la tecnología son críticas para el desarrollo de un país y su economía. Sin embargo, no son tantos los líderes mundiales capaces de priorizar el avance del conocimiento como eje del crecimiento de un país en el momento de tomar decisiones estratégicas. En estos últimos años, hemos asistido a una decisión política de jerarquizar la ciencia y la tecnología de nuestro país con la visión de impactar de manera profunda en el tejido social. ¿Lo hemos logrado? En gran parte sí.

Y esto se ha evidenciado en hechos concretos: La creación de un ministerio de ciencia, el incremento en el número de becarios e investigadores en universidades e institutos y de científicos que vuelven al país con nuevas esperanzas de poder desarrollar sus potencialidades y talentos. Hemos sido también testigos de un incremento sustancial en la publicación de trabajos en revistas referentes en casi todas las áreas del conocimiento y en la valoración de la ciencia por parte de la sociedad. Hemos generado conocimiento y herramientas que han motorizado el trabajo y la producción.

¿Se han cumplido todas las promesas? Sin duda queda mucho por conseguir, pero el camino está trazado y hemos formado recursos humanos invalorables que nos permitirán profundizar los avances logrados y concretar posibilidades tangibles de transformación social si las nuevas condiciones políticas así lo permiten. Porque los tiempos científicos son mucho lentos que los tiempos políticos, particularmente en términos de transferencia real del conocimiento, es fundamental que nos permitan profundizar en los próximos años los cambios logrados.

Es importante, en este sentido, destacar la lucha incansable de trabajadores de la ciencia, estudiantes, becarios, investigadores y personal de apoyo, por sus derechos laborales, muchos de ellos ya conseguidos y muchos por conquistar. Sin duda, la universidad pública ha sido y debe continuar siendo la cuna primaria del conocimiento original y la ciencia creativa, la fuente inagotable de cambios sociales, permitiendo el acceso al conocimiento a todos los individuos sin ninguna restricción.

En un mundo que muestra cada vez más, como característica saliente, la inequidad, todo gobierno debería asumir que la educación y la actividad científica de calidad son las herramientas más poderosas para superar este flagelo. Si ser científico es intentar, en primer lugar, comprender las diferentes realidades y generar las herramientas aptas para el crecimiento social, aún los científicos dedicados a las temáticas más básicas no podemos desentendernos del paradigma dual que nuestra actividad nos debiera imponer: aportar al desarrollo del conocimiento y garantizar que sus logros sean accesibles por igual a todos los hombres.

Ojalá los avances logrados, los sueños conquistados y los tantos más por conquistar permitan que la ciencia y la tecnología iluminen al mundo desde el Sur.

por Galo Soler Illía (Químico. Profesor de Exactas UBA, Investigador del CONICET).

Tuve la suerte de volver al país en 2003, momento en el que se estaba discutiendo cómo salir del pozo de la crisis de 2001. Entre los becarios externos de la época se planteaba la eterna discusión: Volver o no. Muchos volvimos. De esa época recuerdo las reuniones del Diálogo Argentino. Veteranos investigadores, sin distinción de credo u orientación política, discutían apasionadamente el futuro de la ciencia argentina.

El salario de un recién llegado a la investigación como yo estaba unos 50 pesos arriba de la línea de pobreza. De a poco, las cosas mejoraban. Vi a esos viejos investigadores con lágrimas en los ojos porque los había recibido el secretario de Ciencia y Tecnología, y había escuchado sus reclamos. Se fueron abriendo las oportunidades. De repente, dos profesores de química biológica de la Facultad presidían CONICET y Agencia, y empezaban a administrar las cosas bien. De repente, la ciencia importaba.

Los años de gobierno de Néstor Kirchner fueron muy movilizadores. La comunidad científica fue creciendo y sintiéndose más segura. Se abrió el ingreso a carrera de investigador, se aumentó el número de becas, se delinearon las áreas prioritarias, se generaron las redes de trabajo, pero fundamentalmente, se escuchó a los científicos.

Luego llegó Cristina, y una de las primeras acciones fue crear el MINCyT. Ya se podía hablar de una política de estado en CyT, que era el sueño de todos. Se consolidó el financiamiento y el crecimiento de la planta de investigadores. De a poco, nos íbamos convenciendo de hacer ciencia para el desarrollo del país.

Aún faltan cosas: Jerarquizar los salarios, mejorar la infraestructura, federalizar la investigación, llevar la ciencia y tecnología a las industrias, y enseñar buena ciencia en los colegios. Falta que Argentina se apoye realmente en la ciencia, para encarar el Siglo XXI. Pero el camino está abierto. Estos doce años han transformado nuestra vida, y nuestra mirada: Ya no pensamos sólo en sobrevivir, sino en cómo ser útiles a nuestra sociedad, en cómo transformar las vidas de nuestros hermanos e hijos.

Creo que lo mejor de esta época para nosotros los científicos es que aprendimos a reconocer nuestro valor como transformadores de la sociedad. Además de nuestra calidad y creatividad típicas, el apoyo de estos años nos dio un nuevo impulso, y una energía inagotable. Debemos defender lo que ha sido construido hasta acá, pero no quedarnos en lo que se hizo. En la próxima etapa, debemos superarnos, dando nuestro máximo esfuerzo y ejemplo para seguir creando una Argentina mejor.

por Sebastián Uchitel (Computador científico. Profesor de Exactas UBA, Investigador del CONICET).

Conocí tres sistemas científicos nacionales desde que di mis primeros pasos en la investigación en 1995: El argentino de la década del 90; el inglés, entre el 2000 y el 2006, y el argentino desde ahí en adelante. En un sentido son incomparables porque son tres países completamente distintos.

El de los 90 que cerró la ESLAI, una especie de Balseiro de la Computación, marcando tempranamente el camino que luego seguirían las ciencias en general durante el menemato. El que ahogaba el crecimiento del Departamento de Computación expulsando con salarios deprimidos y falta de subsidios a los pocos doctores que volvían. Eso sí, los 90 tuvieron al menos una política científica exitosa: La de transferencia por inanición.

Como muchos, abandoné. Me salió la posibilidad de re-empezar mi doctorado en Londres y nos fuimos. Vivimos la crisis del 2001 por Internet, desesperados por noticias y desesperanzados por ellas. Hice un posdoc y obtuve un cargo de profesor. Pero en el 2004, alentado por las noticias de un plan ambicioso de reconstrucción del sistema científico, pedí ingreso al CONICET.

El sistema científico del 2006 al que volví era otro. Pero no sólo porque había ingresos al CONICET, becas y sueldos dignos y también subsidios, sino principalmente porque tenía un propósito, reconocido en un plan más amplio de desarrollo de país y que buscaba a través de la ciencia y técnica potenciar el desarrollo nacional. Sólo así se puede explicar, y sólo así tiene sentido pensar en proyectos como ARSAT o YPF Tecnología, que se nutren del conocimiento del sistema científico y a su vez lo alimentan con problemas nuevos poniendo en funcionamiento un círculo virtuoso.

O la Fundación Sadosky que tomó la posta, después de tantos años, de quien trajo a Clementina y fundó el Instituto de Cálculo para potenciar la industria del software mediante la articulación con la academia.

¿Qué nos deparará el sistema científico del 2016? ¿Un cambio de rumbo? La perspectiva de un triunfo de Macri ciertamente lo es. El GCBA invirtió en ciencia y tecnología 1000 veces menos de lo estipulado por ley.

Pero no es sólo una cuestión de dinero, el GCBA ni siquiera fue capaz de capitalizar uno de los centros de ciencia más importantes del país para resolver los múltiples problemas de la ciudad: La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (con acento en BA).

Pero tal vez lo más preocupante no es ni la falta de inversión ni el desaprovechamiento de recursos existentes. Lo que más preocupa es la visión de país periférico que Macri nos depara.

Es este prisma que lo hace ver a ARSAT como un despilfarro y le impide ver la importancia estratégica de este tipo proyectos tecnológicos por sí mismos o como apalancadores del sistema científico-tecnológico promoviendo el desarrollo de empresas de base tecnológica.

por Alberto Kornblihtt (Biólogo. Profesor de Exactas UBA, Investigador del CONICET).

No puedo mirar a la coyuntura solamente desde la perspectiva de los avances en ciencia y tecnología. Sería mezquino. Si gana Macri, peligrarán muchas más cosas que la política de ciencia y técnica. Usaré parte de los 2500 caracteres asignados a esta nota en forma telegráfica (a buen entendedor, pocas palabras): anulación leyes impunidad, bajada de los cuadros, nietos recuperados, pasaporte y DNI al toque, gratuidad enseñanza universitaria de grado, matrimonio homosexual, ley femicidio, ley personal doméstico, estatización AFJP, Aerolíneas, YPF, ley de trabajador rural, ley de trata, ARSAT, INVAP, juicios a los culpables de la dictadura, TV pública, Canal Encuentro, plan Conectar Igualdad, plan Procrear, nuevo código civil, asignación universal por hijo, Tecnópolis, jubilación para todos, nuevos trenes, ley de medios, apertura y continuidad carrera del investigador, nuevos edificios para CyT, más becarios, Centro Cultural Kirchner, repatriaciones de científicos, identidad de género, alineamiento latinoamericano, ley que dificulta la marcha atrás en las estatizaciones y podría seguir…

Todo esto es lo que les molesta a la derecha y al establishment económico. La feroz campaña de desprestigio que sufrió el gobierno de Cristina está realmente basada en combatir las cosas buenas del kirchnerismo. A pesar de sus contradicciones, los gobiernos de Néstor y Cristina se ubican a la izquierda de la media de la población argentina. La política Estado de ni olvido ni perdón frente a los crímenes de la dictadura, por ejemplo, no sólo es real sino que ha cumplido un rol didáctico en nuestra sociedad.

En este contexto, dejando de lado nuestras diferencias políticas e ideológicas, debemos priorizar decirle NO a Macri, quien lideró la permanente oposición a las leyes y medidas progresistas del kirchnerismo. Decirle NO a quien, como lobo vestido de cordero, oculta ahora su verdadera cara para que los sectores concentrados del poder económico recuperen el poder político del país con el fin de revertir conquistas populares y avances como los mencionados más arriba.

Con Macri, la derecha tendrá más poder y el pueblo sufrirá más. Si la consigna de ayer fue nunca más, la de hoy es no marcha atrás. Luego, si ganara la fórmula Scioli-Zanini, podremos discutir cómo seguir e incluso pelear contra lo reaccionario. Pero los procesos políticos no son lineales y, a menos que se piense que cuanto peor, mejor; cuanto peor, peor.

por Víctor Ramos (Geólogo. Profesor de Exactas UBA, Investigador del CONICET).

A través de los años viví las más diversas políticas científicas y la falta de ellas. Nunca tuvimos una actitud proactiva para el desarrollo de las ciencias como la que hemos tenido en estos últimos diez años.

El actual proyecto de gobierno no ha tenido parangón en los tiempos pasados. Sin embargo, estas afirmaciones podrían ser consideradas como corporativas para defender privilegios de un sector minoritario, aunque importante para el país. Es por ello que no voy a referirme a la política científica y me voy a concentrar en mis propias experiencias como geólogo, muy lejos de la General Paz, en la Argentina profunda que me ha tocado recorrer en estos últimos años.

Desde hace varias décadas vamos con los alumnos a la Precordillera de San Juan. Solemos acampar cerca de Zonda, un pequeño poblado enclavado en el medio de la montaña. Grande fue mi sorpresa cuando conocimos que todo el pueblo tenía acceso libre a Internet y que éste era muy bueno en la plaza principal. Allí me dirigí con mi laptop y tras varios intentos no me podía conectar.

Ahí me di cuenta que había chicos entre 8 y 10 años, cada uno con su pequeña computadora, ensimismados en el ciberespacio. Me acerqué a ellos y rápidamente me asesoraron cómo tenía que hacer para conectarme.

No hace falta decirles el antes y después de estos chicos, que a través de la escuela han tenido la posibilidad de estar interconectados con el mundo digital. Y esto no es un hecho aislado; los millones de computadoras distribuidas a lo largo y lo ancho del país ha sido una de las políticas de este gobierno para garantizar un acceso digital a las futuras generaciones abriéndoles un futuro más promisorio.

Un segundo episodio ocurrió en la Sierra Cara Cura, del sur de Mendoza, en medio de una serranía entre arroyos secos y escasos ojos de agua. Allí en Agua de la Tosca viven tres hermanos, a 180 km de Malargüe. Los hermanos Alisandro, Luis y Orlando son tercera generación de crianceros de chivos, que han pasado toda su vida cuidando unos 200 chivos, arriándolos todos los años a la veranada a través de 15 días de marcha hasta su puesto de invernada.

Este año, cuando los visitamos, estaban con nuevas esperanzas, el mayor de ellos, Luis, había podido jubilarse, a pesar que jamás había hecho aporte alguno. Primer jubilado en tres generaciones de esforzados trabajadores de sol a sol. Si bien no habían podido ir a votar por la lejanía donde viven, Orlando estaba preocupado pues a sus 64 años, pensaba “si no gana Scioli, no sé si el año que viene lograré yo también jubilarme”.

Dos ejemplos, uno de la niñez y otro de la tercera edad que muestran a la clara que la política de inclusión llega a los lugares más remotos del país, hasta a aquellos que no pueden votar.
Fuente: El Cable Nro. 877

*************************************************

Nota de DCA

La pregunta es: ¿Está todo perdido?  ¿Hay variantes sobre un mismo tema? 

Los equipos políticos del «cuco» arriba mencionado: ¿tienen un sector científico que salga al cruce de este planteo agorero? 

Será interesante escucharlos…  Si existe un programa de continuación y desarrollo, quizás menos difuso ni elefantiásico, serán bienvenidos. Si no, habrá que esperar los acontecimientos

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *